eBook Huellas en el Viento. Español

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¡No le despierte!  Está intentando curarse el insomnio durmiendo!

Groucho Marx 

Rastros de lo imperecedero que habita en nosotros, luchan por abrirse paso entre los escombros de la estupidez humana. En todos y cada uno de nosotros, la batalla de la consciencia se libra en estos términos. ¿Ignoramos porque no queremos saber? o ¿No sabemos porque aún no accedimos al conocimiento? Ya lo dice el refrán: No hay mas ciego, que el que no quiere ver y frente a esa ceguera no hay mas contestación posible, que la experiencia, aquella que, por el amor o por el dolor, nos abrirá los ojos. Para los demás, se abre el cansado sendero de la búsqueda, pues escalar la montaña del comprender, es siempre un arduo camino, para cada quien distinto, pero para todos, extenuante. Girones de lo que somos habrán de quedar en los caminos, en las laderas de la montaña, y a cada paso, la subida será mas empinada, las encrucijadas mas arduas; el aire enrarecido de las alturas, ralentizará tu marcha, y los helados vientos cuestionarán tu empeño. Aún así, llegar a la cima será simplemente acceder a una estación de transito; a lo lejos, otra mole y aun mas alta, te desafiará de nuevo, porque el camino del conocimiento, se construye tanto a partir de lo que adquirimos, como de lo que abandonamos. Cada año que pasa, al menos un nuevo libro de mi autoría aparece. Como huellas en el viento, los mensajes que contienen se esparcen silenciosamente aquí y allá, dejando vaporosas marcas en el existir de algunos lectores, deslizándose entre las costuras de sus pensamientos, y a veces, las mejores, encendiendo luces, calentando corazones, o cuestionando los rígidos muros de las verdades establecidas, cuando a diana tocan, por mor de los misterios de la comunicación, sus mas profundos sentires, los del espíritu. Empero, este devenir de textos, cuyo único nexo es el caprichoso ir y venir de mis devaneos con la consciencia, es tan difícil de enmarcar, de colocar dentro de cualquier epígrafe, que ni yo mismo sabría hacerlo. Cada año llamo a mis espíritus protectores para que me asistan ante la ardua tarea de poner título a este cajón de sastre, en el que tanto caben cuestiones del espíritu, como reflexiones de nuestro momento actual y todo ello, además, sin solución de continuidad alguna. No me llamo a engaño sobre su elevado propósito, valor o trascendencia; no son sino huellas en el viento, volutas del humo de mis cigarrillos, perdidas entre las nubes del cambio. Señales con la hoguera del lenguaje, fumaradas que solo perciben aquellos mas sensibles acechadores, hermanos en la distancia, que como yo, se separan del rebaño, cuestionándose ininterrumpidamente las supuestas verdades del consenso, siempre convenientes allí, donde comulga la grey. Por mas que no reste en mi consciencia todo vestigio de importancia personal en estos frutos del escribir que son mis libros, no olvido que es el viento el gran germinador; así pues, es a él al que encomiendo las semillas que desgrano aquí y ahora y cada vez que me enfrento pasmado, al pavoroso blanco de esa hoja vacía, que impoluta e inmaculada me desafía cada mes, al menos dos veces, en ese espacio editorial que no se sostiene con ninguna explicación, a veces anacrónico, y siempre fuera de su natural contexto. ¿Qué hacen mis escritos en una revista de Artes Marciales? Sobre el particular no sabría que responderles a ustedes queridos lectores; ya es un milagro que alguien lea en estos tiempos, sea lo que sea, pero lo cierto es que el destino, y lo digo con conocimiento de causa, me colocó aquí, por lo tanto ¿Quien soy yo para cuestionar a tan gran señor? Deslizo así mi pluma, como quien se descarga de un peso, y la dejo ir y venir al pairo de sus caprichos, entregándola a veces al servicio de cuestiones mundanas y otras a aquellas mas propias del espíritu. Lo hago con la certeza de que hay quienes en este proceso usan de mi mediunidad para servir a causas mas grandes que cualquier personal propósito; y yo con gusto la cedo, porque transito en esas edades, en las que la vanidad descascarilla, se seca y arruga por su prolongado uso. En cuanto a la responsabilidad, sin embargo, no me quito de en medio; con gusto firmo lo que escribo y mantengo lo que he dicho, porque pienso lo que digo, y digo lo que pienso. A veces, en un ejercicio mas de curiosidad que de vanidad, releo lo escrito antaño y sorprendido descubro el invisible hilo conductor que sujeta en continuidad un discurso trufado a veces de aromas eternos. Pero ¿Quien soy yo para decirlo? Estos escritos que ahora presento, no son distintos a los anteriores, solo son huellas en el viento, salvo que las semillas que puedan portar, aterricen en tierra fértil, las de otro espíritu entre dos mundos, tan inquisitivo y hambriento, como el que firma estas líneas. 90 pags.